La armada españolasus intereses y aportaciones en el coleccionismo del arte de Asia oriental (1842 1919)
- Vega Piniella, Ramón
- Yayoi Kawamura Director
Defence university: Universidad de Oviedo
Fecha de defensa: 31 March 2023
- Vidal de la Madrid Álvarez Chair
- Javier González Santos Secretary
- Vicente David Almazán Tomás Committee member
- Muriel Gómez Pradas Committee member
- Elena Barlés Báguena Committee member
Type: Thesis
Abstract
Históricamente, el primer interés de los españoles en Asia, era alcanzar China (Catay) y Japón (Cipango), objetivos de Cristóbal Colón, y fundamentos esenciales de que la Corona española sufragase esa expedición. Además de las riquezas, las especias eran los otros productos codiciados. Expediciones como la de Magallanes-Elcano (1522) sirvieron para abrir rutas y afianzar la preexistente de la Seda. Por otro lado, aunque el esfuerzo de los españoles para adaptarse a este contexto fue mayor de lo esperado, la experiencia de haber pasado por América hizo esta aventura más sencilla, hasta el punto de que muchas especies vegetales y animales se catalogaron según lo que se había conocido en el Nuevo Continente. A partir de mediados del siglo XVI la monarquía española comienza a disfrutar de un periodo de hegemonía que va a durar más o menos un siglo, permitiendo una talasocracia ibérica. España funda una serie de asentamientos como Cebú (1565) y Manila (1571), que se van a convertir en los principales puertos de intercambio junto a la portuguesa Macao. Y se orquesta un monopolio en el comercio a través del conocido Galeón de Manila que, a través de la ruta conocida como el Tornaviaje, ponía en conexión los mercados asiáticos con los americanos, y luego con la península Ibérica. Este gran eje supondría la primera gran circulación de bienes, riquezas, culturas y personas alrededor del mundo. Y eso a pesar, como veremos, que en el fondo su objetivo era ralentizar esas transacciones. También aquí el concurso de la Armada fue esencial, pues cumplió con éxito la tarea de proteger los convoyes. En esta época se sientan las bases de lo que será la presencia española durante los dos siguientes siglos. El Galeón de Manila, que se gestiona con independencia de los asentamientos españoles en Asia, consume casi todos los recursos, hasta que se funda otra institución que será clave, la Real Compañía de Filipinas. Ésta estaba llamada a suplir al sistema del Galeón de Manila, pues ya no eran tiempos en que España ejerciese en el mar hegemonía alguna. El resultado de todas estas maniobras fue que, por primera vez, los territorios españoles de la Corona en Asia generaron beneficios. La Armada era por lo tanto un elemento indisociable de la presencie española en Asia en todos sus procesos históricos, desde su descubrimiento a los asentamientos y aprovechamientos mediante las rutas comerciales, siendo el epicentro el monopolio del Galeón de Manila y las repercusiones económicas que tuvo su transición a monopsonio, atrayendo el mercado y los asentamientos chinos, dedicados especialmente a la artesanía en el Pairán. Control y descubrimiento pasaron a ser las aspiraciones de la Armada en Asia, en un territorio hostil y complejo, que derivó a un proceso de desgobierno en muchas regiones del archipiélago. Sin embargo, dicho control de España sobre las Filipinas era meramente nominal, y así lo asumían el resto de potencias y armadas en Asia. Esto coincide con el auge de la piratería malaya en el sur de Filipinas se debió a una multitud de factores. Uno de ellos radica en que el sistema del Galeón de Manila comenzase a degradarse, pues a falta de recursos y de una economía fuerte, se generó este sistema que, en lo fundamental, era un sistema económico informal, fuera de los cauces oficiales. De hecho, tenemos constancia de que los propios miembros de la Armada tomaban parte en él, basándose en la experiencia de más de dos décadas de experiencia comercial para la Compañía de Filipinas. Tanto los españoles como otros occidentales, véase los holandeses, trataron en vano en sus pesquisas y estudios por comprender el proceso de fabricación de aquellas naves tan versátiles. Aparte de darse en el entorno un hermetismo que resultó crucial, cuando capturaba alguna y procedían a su análisis, comprendían que los piratas habían dejado atrás justamente las que eran peores y estaban defectuosas, o las que estaban muy dañadas. En 1827 es destinado a Cavite Pascual Enrile. Éste será el responsable de la mayor reforma de la Armada en Filipinas, del apostadero de Cavite y del desarrollo de los estudios de la zona, entre los que sobresale la elaboración de la Carta General del Archipiélago. Elaboró un plan estratégico de defensa mucho más eficaz y razonado en virtud de las regiones en que se dividía la zona y, aún más importante, quiso que las pequeñas embarcaciones en las regiones estuviesen al mando de oficiales de la Armada, lo que sin duda redundaría en un mayor rendimiento. Importante también fue el sistema de comunicaciones que creó, estableciendo estaciones para el telégrafo y un sistema ordenado de correo. Para el desarrollo de sus planes contó con la iniciativa privada a través de la Sociedad de Amigos del País de Filipinas, a la que, por otro lado, pertenecieron muchos miembros de la Armada. Por último, modificó la dotación de barcos de la Armada, ordenando que en el astillero de Cavite se creasen embarcaciones mucho más ligeras y gobernables para los cometidos que habrían de cumplir. Con todo, de ese astillero también saldrían barcos de mayor tonelaje y, entre ellos, algunos de los más destacados de toda la Armada española. Además, en España se estaba atravesando un mal momento por la derrota de Trafalgar, lo que supuso que, por un tiempo, la de Asia fuese la mejor concentración de naves que hubo. Tras la exitosa etapa de gobierno de Enrile llegaron los barcos de vapor. Éstos sí que cambiaron por completo el panorama. Barcos más rápidos, de menor calado, que se podían gobernar con independencia de las corrientes, mejor artillados y que habían generado toda una industria ligada a su utilización, permitieron hacer frente a las flotillas de piratas que, por otro lado, no estaban en disposición de obtener ese salto técnico. No obstante, al margen de la lucha contra la piratería, la Armada desempeñó múltiples funciones más. Sus objetivos eran militares, pero también económicos, políticos y científicos o culturales. Los miembros destacados allí tenían una formación ejemplar, lo que sumado a sus obligaciones como militares, la escasez de recursos del Estado para poder enviar tan lejos, las conexiones que tenían con los sectores económicos y culturales, y hasta los cometidos diplomáticos que se les podían asignar, les convertía en los verdaderos garantes de la presencia española en Asia. Esto sería más evidente que nunca mediante la Guerra del Opio y, como no, en el desarrollo de los contactos con la dinastía Qing en China, donde las relaciones de este país con España pasaron por el tamiz de los militares destacados en Manila y Cavite, y no por gente enviada a tal efecto desde la metrópolis. Eso significa que la provincia de Filipinas había alcanzado una plena madurez. Más allá del proceso de rearme y de la construcción de estructuras bélicas, así como de nuevas embarcaciones, la Armada pasaba a ser el elemento vertebrador del estado en Asia. La protección y comunicaciones que de ella dimanaba facilitaba unas redes productivas y mercantiles que, y ano dependían de la ruta del Galeón si no que podían ser interdependientes, siendo así más atractivas al comercio exterior, aunque no dejaran ser peligrosas por los piratas de Sulú. De hecho, la propia Armada participa tanto en la creación como en el mantenimiento y la disolución del Galeón de Manila. La Armada pasaba a ser un crisol de informaciones de todo tipo, generándose una dependencia hacia ella por parte de la mayoría de aspectos fundamentales del archipiélago. Asumiendo una dinámica constante de problemas y soluciones que se van planteando por toda la geografía. Esto incrementó la trascendencia de las Comisiones Hidrográficas, que, al asentarse en el tiempo, permitieron un contraste más prolongado de las informaciones y elementos, sobre todo si se llevaba una relación razonada de lo obtenido de la cultura y geografía local, generando una visión muy cercana de la Armada a Asia, próximo a un orientalismo naval. Durante este período de presencia española en Asia, existían unos vínculos entre comerciantes y la Armada, que no deberíamos considerar como fluidos si no como estructurales, a pesar de los esfuerzos de las autoridades por impedirlo. Imagen que queda ratificada por los reiterados artículos emitidos en las ordenanzas por parte de la gobernación, con el fin de que las diferentes esferas se mantuviesen estancas. Sin embargo, en el caso de Asia, poder participar del comercio se encontraba entre los principales incentivos para enrolarse en la Armada, tanto por la posibilidad de tener una participación en el convoy comercial, los boletos como por los materiales que pudieran asumir dentro de sus propios equipajes. Por otro lado, la Armada partición de la consolidación de varios modelos nuevos del mercado del arte en Asia. El arte de los cajones de regalos de la china resultaban el complemento económico más rentable y menos deterioro a las condiciones marítimas y de almacenamiento. Pero, además, en este período hubo participaciones activas y más comerciales de la Armada de manera oficial, con un total de quince navíos que sirvieron para propósitos comerciales hasta 1761-1783, llevando los registros del comercio real de exportación a Asia y constituyendo los cimientos de la Compañía de Filipinas y el mencionado fin del Galeón de Manila. En este aspecto cabe destacar el papel transeccional de Agote, aportando otra visión de la Armada y del comercio sin ser miembro de la misma, pero sí uno de sus principales colaboradores a finales del S.XVIII. Conformó una base esencial del conocimiento y ejemplo de contraste con los informes los oficiales de marina y sus diarios, especialmente en lo que se refiere a sus aportes gráficos y documentales. Aún más determinante fue el papel de la Sociedad de Amigos del País en este contexto, ya que sus miembros estaban en posiciones relevantes y podían influir en las decisiones comerciales a favor del desarrollismo que fomentaban. Fray Mariano Gutiérrez de los Dolores fue un ejemplo privilegiado de ellos, ya que con ellos intercambiaba información y materiales. Especialmente activos fueron también los oficiales de la Armada miembros de la Sociedad Económica: su sobrino Nicolás Enrile, José María Halcón y José Ruiz de Apodaca, que constituirán la esencia de las donaciones al Museo Naval junto a Siro Fernández. Todos ellos conjugaron el papel científico y de estudiosos de la historia natural con sus aportaciones artísticas. El arte era por lo tanto parte intrínseca de la presencia de la Armada en Asia, tanto como elemento de documentación como parte esencial del comercio del que formaban parte. Comerciar con materiales artísticos generaba toda una serie de beneficios a nivel personal. Como conjunto, la Armada estaba presente en la defensa de este comercio y, de hecho, también en la obstrucción de manera activa de insumos esenciales para la industria del arte, especialmente en China. Ése era precisamente uno de los fundamentos de las instrucciones de la Armada en Asia. Esto se puede ver en la Real Cédula de 1712, que mandaba recoger y enviar a España las cosas más singulares y raras encontradas en las islas asiáticas. Los marineros de la Armada también se dedicaron a la recopilación de informes sobre las culturas asiáticas como parte de su trabajo. Por lo tanto, parte del enfoque científico se relacionó con temas relacionados con el arte y su contexto, inclusive emplear las capacidades artísticas de los marinos o de los locales para la constatación de eventos o estudios a través de la producción artística. Esto tenía una larga tradición en la Armada, que concluyó con las ideas ilustradas para lograr su cénit en estos años, por el porcentaje de representatividad de las élites científicas y culturales entre los oficiales de la Armada. Aunque muchos miembros de la Armada no tenían conocimiento de todos los campos científicos, buscaban constantemente fuentes de información a través de entrevistas y fuentes escritas, y solicitaban a las autoridades instrucciones sobre qué hallazgos debían recoger y enviar a España. Estos oficiales recibían incentivos para recopilar este tipo de materiales en función de su celo, curiosidad, formación, intereses personales y aspiraciones. Así, la orden de hallar, recoger y remitir materiales dependía mucho de la formación e intereses de cada individuo, aunque fomentó el coleccionismo, que se comenzó a fomentar en las propias academias durante la instrucción y de manera deliberada. Por su parte, el arte era una herramienta esencial de documentación. El apartado de la historia natural es especialmente prolijo por lo documentado que estaba, teniendo en cuenta que eran referencias básicas para la supervivencia de las expediciones en un primer momento y más tarde elementos para el desarrollo de las comisiones y de sus posibilidades comerciales y coloniales. Las apreciaciones de este tipo de elementos aportaron fundamentos para el establecimiento y las comunicaciones en Filipinas, haciéndose los relatos algo intrínseco a las expediciones, con énfasis en aquellos oficiales con mayor formación científica previa o formándose en el destino y durante los viajes. En base a las experiencias previas cartógrafos e ilustradores, como Bauzá o José Cardero Meléndez en la expedición de Malaspina, incluso el mismo Agote, la Armada realizó sus propias obras en base a los objetivos mucho más específicos. Estas experiencias previas aportaron una sistematización de la que era heredera la Armada del S. XIX. El interés por los intercambios entre oriente y occidente, derivará precisamente del fallo de la Armada en la defensa de Manila, el entrepôt donde se reunían los materiales de toda Asia. Este concepto de puerto intermediario y filtro del comercio para su adecuado control, cristalizado en el sistema del Galeón de Manila, dimanó de la conquista británica de 1762 de Manila. La aparición de un nuevo mercado, en ambos sentidos, sin las restricciones y condicionantes emanadas del filtro de Acapulco y el virreinato de Nueva España, tuvieron la suficiente fuerza como para impulsar nuevos sistemas de comercio y nuevas mercancías. La influencia fue bidireccional, pues se abrieron nuevas posibilidades a un comercio exótico para ambas partes, que no cumplía las expectaciones ya centenarias del comercio Pacífico. Se constata que los españoles se encontrarían envueltos en una nueva corriente del arte oriental, influidos por el próspero comercio británico que pasaba ante sus ojos. Se evidencia un nuevo planteamiento para el estudio de objetos y corrientes internacionales, con el foco entre occidente y oriente, asumido como tal en ese momento, rompiendo la discordance de temps (discordancia temporal). Es decir, las instituciones presentes, como la Armada y las Sociedades, son partícipes de las transferencias culturales son plenamente conscientes de las influencias y conscientes de cómo, la demanda del gusto oriental se impulsó a causa de una injerencia temporal, de meses, que se podía encauzar adecuadamente para salvar la resistencia a estos procesos de influencias. La demanda de nuevos géneros y la incapacidad de suplir estas necesidades y modas implicó un mercado muy dinámico, cuando no abiertamente ilegal. El interés por los objetos de exportación, como el caso de las quimeras de sirena, evidencia unas redes comerciales de contrabando de las que eran también partícipes los miembros de la Armada, en un contexto de peristas y contrabandistas, de piratas y saqueadores. Se trata lo anterior de una especificación poco explorada, pero trascendental, a la hora de reconstruir las vías de adquisición y objetos del interés de la Armada, tanto a nivel particular como institucional, pues hacer la distinción es difícil y ha generado reconstrucciones artificiales en muchos casos. Igualmente, se difuminan las adquisiciones públicas y privadas. Por otro lado, pocas partidas de dinero se podían destinar a estos fines, por lo que los marinos lo adelantan de manera sistemática, asumiéndolo como parte de su labor. Se ha de concebir una visión holística de las adquisiciones. Cualquier elemento era asumible como lo suficientemente lucrativo o interesante a ojos del oficial o de sus contactos. No se trataba ya de cumplir con los preceptos de hallar, recoger y remitir, sino cómo la visión particular de estos hombres enriqueció el sistema. Esto difuminó los límites de la ciencia, el comercio y el arte. El contexto les permitió recoger los testimonios de corrientes artísticas muy complejas e imbricadas como el reloj autómata, una chinoseria europea para el emperador de China que realizaba su propia caligrafía; o la sirena quimera, tanto en lo material como en un análisis integral de un objeto que causó una corriente de japonismo, pero sin ser público su origen. Dichos objetos, por lo tanto, han de ser interpretados a través de su origen occidental o no-occidental, pero también a través de su propia historia y contexto, así como a través de la influencia externa en su lectura y exhibición. Los procesos de adquisición de objetos asiáticos por parte de la Armada son complejos y se encuentran en una urdimbre de elementos, que se vinculan con instituciones especialmente mercantiles y comerciales, pero también científicas y religiosas. Los puertos resultarán por motivos obvios un pilar fundamental para la adquisiciones, conformándose un complejo sistema de ordenanzas para afianzar los protocolos y no generar ni desequilibrios económicos, procesos ilegales ni disturbios. De entre todos, el que ofrecía acuerdos más económicos en Manila, siendo más rentable comprar a los champanes chinos de comercio en el puerto que en Cantón. El objetivo de las adquisiciones es heredera de la sistematización científica de adquisiciones de la Armada. Como hemos visto, la Real Cédula de 23 de julio de 1712, hallar, recoger y remitir las cosas más singulares y raras que pudiesen hallarse en dichas islas, fue el aliciente principal para la Armada, pero no el único. Los beneficios económicos y la ilustración, a veces convergiendo, fueron un impulso generalista. Podemos dividir en tres fines u objetivos los que enmarcan las adquisiciones: Utilidad a la patria, económica o social. No obstante, se trata de principios extraordinariamente mutables desde su adquisición, pudiendo ser un mismo objeto útil para los tres objetivos de manera simultánea o ir cambiando con el tiempo. Por ejemplo, con un ascenso o un objeto que pase a exposición, estando expuesto a relectura o al vaciado completo de su contexto más allá del material. De hecho, no suele ser común que perviva su objetivo en origen, ya que muchos al llegar a Manila eran reasignados. Lo positivo entre los miembros de la Armada era que, para todo este proceso, procedían a su estudio previo, en mayor o menor medida, en consideración a sus recursos y disponibilidad, y si era en comisión, dejando constancia de ello. Es decir, dejado una opinión formada y documentada de a que principios de utilidad estarían destinados. Dichos procesos, junto a los objetos se encuentran hoy en el Museo Naval, heredero de diferentes archivos y corrientes de estudio que fue evolucionando especialmente a lo largo del S. XIX. El núcleo principal de los objetos asiáticos consideraos como tales era el gabinete Chinesco, donado en su mayoría por el antiguo comandante de Cavite, Ruiz de Apodaca. Esta lectura tendrá un punto álgido con Rafael Monleón, que pasaría a ser más didáctico y atrayente, en detrimento de la lectura de los objetos como un conjunto, perdiendo en el proceso gran parte de su significado. Por el contrario, con Monleón, la lectura de los modelos de barcos vivió su máximo exponente, a tenor del aprecio de este pintor restaurador del museo por el volumen y viveza de los modelos. Con sus pinturas, el arte pasa a ser de nuevo un valor vinculado al objeto que se quiere representar, dándole vida. Pero también como justificación al estudio de las culturas de las que dicho objeto forma parte, ya sea para combatirlas como para su integración y comprensión. Arte es para la Armada de nuevo una herramienta y medio de documentar, que pasa a ser fundamental en la divulgación. El arte como un elemento trasversal también en lo económico. Constantemente presente, ineludible por sus características y beneficios. Se trata de un hecho, la trasferencia cultural (o de conocimientos) pero con variados objetivos, que van variando por la complejidad de la recepción y su dilatada exhibición. Importancia de la cuarta dimensión de los objetos su cronología y significación. En conclusión, se trata de ofrecer la particular visión de los oficiales de marina españoles y el trasfondo histórico de la Armada en Asia se desprenden una serie de particularidades únicas, por lo que es necesario establecer una reconstrucción completa de su significado para aportar tanto a las culturas de origen como a todos los factores que dicha obra ha influido hasta la actualidad.