Consumo, identidad y política

  1. Pla Vargas, Lluís
Dirigida per:
  1. José Manuel Bermudo Director/a

Universitat de defensa: Universitat de Barcelona

Fecha de defensa: 21 de de desembre de 2012

Tribunal:
  1. Luis Enrique Alonso Benito President/a
  2. Joaquín Miguel Valdivielso Navarro Secretari/ària
  3. Javier Callejo Gallego Vocal

Tipus: Tesi

Teseo: 335885 DIALNET lock_openTDX editor

Resum

A lo largo del siglo XX, la literatura sobre la sociedad de consumo ha acogido un acuerdo sorprendente entre sus críticos situados a la izquierda y a la derecha del espectro político. El argumento que compartían, y todavía comparten muchos de ellos, es que el orden económico del capitalismo agota el significado de su cultura, fagocitando o extinguiendo todas las interpretaciones alternativas a o críticas con ese orden. Y, en lo que no constituye más que una diferencia de grado, mientras que, para sus críticos liberales, el capitalismo articula y organiza los deseos, las aspiraciones y las acciones de los individuos limitando su libertad, su racionalidad y su sensibilidad, para sus críticos marxistas, el capitalismo las destruye al imponer su estructura deshumanizada sobre los individuos. Así pues, ya sea desde un lado, ya desde el otro, concentrándose en los perjuicios del sistema capitalista, muchos de estos críticos han pasado enteramente por alto la peculiar ubicación intermedia del consumo, que siempre está a medio camino de la producción y la reproducción social, de lo económico y lo cultural, de lo material y lo simbólico, de lo colectivo y lo individual. Consumo, identidad y política pretende sortear estas dos visiones sin abandonar en ningún caso la idea de que la sociedad de consumo emerge del desarrollo capitalista, pero añadiendo, a continuación, que son las modalidades culturales generadas en esta sociedad las que son relevantes para comprender qué hacen los consumidores, cómo lo hacen y de qué modo interpretan lo que hacen. En este sentido, la tesis pretende tender un puente entre las explicaciones sociológicas clásicas del capitalismo (particularmente, las Karl Marx y Max Weber) y las teorías contemporáneas de la cultura del consumo (en concreto, las de Mary Douglas, Roberta Sassatelli y Alan Warde). Tal puente procuraría salvar dos abismos: de un lado, la naturalización del capitalismo y, del otro, el discurso apocalíptico acerca del consumo como máscara risueña de la opresión, falso consuelo de los proletarios o dinamitador efectivo del capital social. El objetivo que se abriga es entender la sociedad de consumo como un espacio donde, a través de prácticas diversas en las que se incorpora el uso de bienes y servicios, las personas pueden, frente al trasfondo de la mercantilización capitalista, desarrollarse autónomamente, ejercer una cierta cuota de libertad, establecer relaciones significativas con otras personas y el entorno natural y, en definitiva, tener una vida con sentido. Las prácticas sociales, que se constituyen como un espacio intermedio entre la totalidad social y la particularidad subjetiva, son los espacios donde es posible perseguir el sentido. Es en ellas donde es posible observar cómo la sociedad de consumo imprime sus huellas sobre la textura de la vida cotidiana, la identidad de las personas y las formas de la política. De ahí que el objetivo fundamental de la tesis se desdoble en dos: por un lado, hay que hacer ver cómo la sociedad de consumo occidental derivó del orden económico del capitalismo, y, por otro, hay que hacer ver cómo las prácticas de uso de bienes y servicios han modulado, modulan y modularán la determinación de aquél imprimiendo, en cada caso, huellas diversas sobre el mundo humano. Este desdoblamiento es lo que justifica la existencia de dos partes diferenciadas. La primera parte, titulada ¿Sociedad de consumo¿, revisa, a partir de las perspectivas de Marx y Weber, los rasgos y la historia de la sociedad de consumo occidental contemporánea. Esta parte incluye, además, algunas de las caracterizaciones teóricas que la han abordado críticamente durante su etapa fordista (en concreto, los trabajos de Theodor W. Adorno, John K. Galbraith, Paul Baran y Paul Sweezy) y algunas de las que lo han hecho en su deriva postfordista (Jean Baudrillard, Gilles Lipovetsky y Zygmunt Bauman). La segunda parte, titulada ¿Huellas del consumo¿, consta de tres capítulos. En el primero de ellos, se ajusta el enfoque metodológico usado hasta este momento y se pasa de abordar el concepto de consumo a partir de la noción filosófica de praxis a hacerlo desde el punto de vista de la práctica (Praktik), en la línea de los trabajos de Andreas Reckwitz y Alan Warde. Ello posibilita ver el consumo como un uso social de bienes y servicios, culturalmente denso, situado en el contexto de prácticas concretas. Con tal enfoque en la mano, se sostiene que la sociedad de consumo imprime sus huellas en todas las dimensiones de la vida humana. Los dos capítulos finales pretenden hacer ver cómo sucede ello, y en qué configuraciones concretas se muestra, en el caso de la identidad y la política. La conclusión de carácter más general y fundamental que se ha procurado establecer consiste en asumir que si bien es cierto que la sociedad de consumo emergió como un producto del capitalismo, incluso en cierto momento como una estrategia necesaria para su supervivencia, es preciso entender los comportamientos de las personas en este marco no como productos unidireccionales y netos de su determinación, sino como resultados variados y complejos de una dialéctica que se establece en cada fase de su historia entre el trasfondo sociocultural de la mercantilización capitalista y las configuraciones de sentido que rodean el encaje del individuo en sus grupos de pertenencia en prácticas concretas.