Oligarquía y gobierno municipal de la villa de Avilés en el período de los Austrias

  1. CARRETERO SUAREZ, HELENA
Dirigida por:
  1. María Ángeles Faya Díaz Director/a
  2. Alberto Marcos Martín Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Valladolid

Fecha de defensa: 30 de mayo de 2014

Tribunal:
  1. Máximo García Fernández Presidente/a
  2. María Rosario Porres Marijuán Secretario/a
  3. Marta Friera Álvarez Vocal
  4. Guy Saupin Vocal
  5. Enrique Soria Mesa Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 366975 DIALNET

Resumen

La importancia de esta investigación hay que relacionarla con la escasez de estudios sobre historia urbana. Nos hemos centrado en la oligarquía urbana y su labor política local durante la etapa de los Austrias, ambos temas necesitados de estudios, en especial en Avilés. ¿Por qué elegimos Avilés? Esta villa tenía el principal puerto de Asturias a comienzos de la Edad Moderna. Se trataba de una población, demarcada por su muralla, que contaba con un fuero dado por el rey Alfonso VI en el año 1085 y confirmado en 1155, así como con exenciones y privilegios que la beneficiaban. Avilés fue la primera de las villa cantábricas ¿al ser la primera aforada¿ por delante de otros enclaves como Santander, Bilbao, San Sebastián o la Coruña. Nuestro estudio resulta de interés no sólo en el contexto regional, sino sobre todo en el conjunto de la Cornisa Cantábrica, zona en la que muy especialmente hemos intentado insertar nuestro análisis a nivel comparativo. Nos encontramos ante un núcleo urbano y portuario con entidad suficiente para poderlo comparar a nivel social, político y económico con otras villas y ciudades del litoral atlántico europeo. Nos ha interesado, en última instancia, estudiar un modelo de población portuaria atlántica durante el período de los Austrias, desde un punto de vista político-institucional; así como observar desde una perspectiva social y económica quiénes conformaban el grupo de regidores del concejo, es decir, cuál era la sociología de la oligarquía de Avilés en los siglos XVI y XVII. Hemos abordado nuestro estudio desde un planteamiento multifocal, ello ha sido la base de un estudio en el que se utiliza una metodología diversa: desde la ya clásica cuantificación o la historia institucional, a los nuevos planteamientos de redes sociales y la prosopografía, así como la aplicación del concepto de estrategias al indispensable análisis del ascenso social, lo que nos ha permitido llegar a conclusiones de gran interés. Los fondos del archivo municipal de Avilés, muy abundantes y escasamente conocidos, son la base de una documentación heterogénea. El concejo de Avilés inicia el siglo XVI con unos 440 vecinos (año de 1504), alcanzando los 520 a finales de dicha centuria, según el censo de 1591. Se trataba, por tanto, de una pequeña entidad de población, si la comparamos con otras villas marítimas, en especial las de la costa francesa. En el siglo XVII, hemos podido constatar que en esta centuria de crisis Avilés tuvo un crecimiento demográfico positivo, aumentando su población en un 64,6 % y alcanzando los 856 vecinos en 1698. En realidad en Asturias el siglo XVII se caracteriza por el aumento de población, como consecuencia de una menor incidencia de las crisis agrarias gracias a la introducción del maíz. La evolución de la villa de Avilés en la Edad Moderna debe relacionarse también con su vida artesanal y, sobre todo, comercial. La política económica seguida por el gobierno local, gestionado por los regidores perpetuos, también tuvo algo que ver con la evolución socioeconómica y es en lo que nos vamos a centrar, especialmente. El concepto de oligarquía lo hemos delimitado en torno a los regidores perpetuos, que tenían patrimonializado el cargo en su familia. A diferencia de otros estudios sociales, optamos por considerar nuestro grupo de estudio tanto desde una perspectiva social como política. La oligarquía de Avilés, al igual que la del resto de la Asturias moderna y a diferencia de lo que sucede en otras partes de Castilla y de Aragón o de Francia, se caracterizó por pertenecer al estamento nobiliario. Esta realidad estaba condicionada por la estructura social de la Cornisa Cantábrica, donde había un predominio de la población privilegiada, los hidalgos. Este hecho ha posibilitado en nuestro estudio el uso casi como sinónimos de los términos oligarquía y nobleza. Se trata de una nobleza media, hidalgos de solar conocido, con origen en Avilés y los concejos cercanos de Corvera, Castrillón, Gozón, Carreño y Pravia, entre otros. Desde la Edad Media y durante la primera centuria de la Edad Moderna nos encontramos que muchos de los linajes avilesinos como los Alas, Menéndez de Avilés, León, Bandujo, Carreño e Inclán, participaban en el comercio, a veces actuando en corso. La actividad comercial en el mar les había dotado de conocimientos que propiciaron que algunos de los primogénitos y segundones de estas Casas destacasen en la segunda mitad del siglo XVI en servicios militares en relación con la monarquía, especialmente en América. El deseo de ascenso social y los problemas que el ejercicio del comercio planteaba para la obtención de honores, como hábitos de órdenes militares, llevó a lo largo del siglo XVII al abandono paulatino de actividades comerciales por parte de la nobleza avilesina, como sucedió en el conjunto del litoral asturiano. Cambiaron su comportamiento económico, pasando a vivir sobre todo de las rentas de patrimonios rústicos. Finalmente, algunos hidalgos lograron a través de diversas estrategias el ansiado ascenso dentro de la jerarquía nobiliaria, pero solo cuatro Casas lograron distinguirse con un título de Castilla en la segunda mitad del siglo XVII: los Menéndez de Avilés, Bernaldo de Quirós, Miranda y Navia Arango pasaron a ser los Condes de Canalejas, Marqueses de Campo Sagrado, Marqueses de Valdecarzana y Marqueses de Ferrera, respectivamente. En la primera parte hemos realizado un estudio social de la oligarquía de Avilés atendiendo a tres aspectos: familia, patrimonio económico y prestigio social. Dada la condición nobiliaria de nuestra oligarquía, en primer lugar analizamos la familia nobiliaria; ésta se caracterizaba por una organización patriarcal. Uno de los principales elementos a través de los que se impuso la autoridad paterna fue el matrimonio. Los enlaces matrimoniales de la oligarquía de Avilés se caracterizaron por una intensa endogamia social y profesional; algunas veces son uniones endogámicas dentro del propio grupo familiar. La oligarquía avilesina practicó una endogamia social, casando entre la hidalguía de solar de la región, sin que se produjesen matrimonios mixtos, como sabemos pasó en la nobleza castellana. Cabe la duda de si la familia León, Casa de Trasona, era de origen judeo-converso, lo que implicaría que un amplio número de linajes de la oligarquía de Avilés practicaron la exogamia social, al matrimoniar muchas de ellas con esta familia. También hubo una endogamia profesional: durante el siglo XVI se dio una tendencia a matrimoniar entre los principales linajes de marinos, uniéndose por esta vía las Casas de Valdés, Alas y Menéndez de Avilés, entre otras. Durante el siglo XVII la endogamia profesional se produce dentro del grupo de regidores, procurando los casamientos con familias del regimiento avilesino o con otras poseedoras de cargos en otros concejos de la región; con estos matrimonios se lograba ampliar la red de poder y cohesionar al grupo oligárquico del Principado, superando la anterior lucha de bandos. Por último, algunas Casas que habían servido a la Corona, bien en el ejército, bien en la administración consiguieron enlazar con linajes cortesanos, como los Menéndez de Avilés; también la participación en la conquista y colonización de América propició los matrimonios al otro lado del Atlántico, favoreciendo el asentamiento y la creación de las oligarquías indianas, caso de los Bernaldo de Quirós o los Arango. La oligarquía de Avilés se mostró abierta, siendo algunas las Casas nobiliarias asturianas de otros concejos que consiguieron entrar en el regimiento avilesino a través de la vía matrimonial; podemos citar a los Díaz Campomanes (procedentes de Barrios de Luna ¿León¿), los Navia-Arango (del concejo de Navia, en el occidente de Asturias) o los Junco (del concejo de Ribadesella, en el oriente del Principado), entre otras. La red de relaciones matrimoniales de la nobleza de Avilés nos lleva a señalar como polos de atracción para matrimoniar a las familias Alas, Menéndez de Avilés, León y Carreño, principales linajes de la oligarquía avilesina, y los Quirós y Miranda, las familias más importantes de la nobleza asturiana. Igualmente varias Casas integrantes de la oligarquía de Avilés establecieron su residencia en la ciudad de Oviedo, centro del poder provincial, donde también ejercieron cargos. Las estrategias matrimoniales pretendían tanto distinción y ascenso social como interés económico ¿contando con las dotes como estrategia básica. Hemos evaluado la media dotal de nuestro grupo de estudio: durante el siglo XVI las dotes recibidas por las mujeres del entorno de la oligarquía avilesina rondaban los 1.800 ducados, mientras que las cifras se elevan en la centuria siguiente a unos 5.500. Se trata de cuantías similares a las de la nobleza media de otras regiones peninsulares como Murcia o Extremadura, aunque más modestas que las de la alta aristocracia castellana. Fue común en todas las dotes de la nobleza española de los siglos XVI y XVII que se produjera un alza en las cuantías de una a otra centuria; en Avilés se triplica la dotación. Las dotes más elevadas son las de las hijas que casan con los primogénitos de los principales linajes y especialmente en los enlaces de la nobleza titulada, donde se observan cuantías que pueden llegar a los 31.000 ducados. Un tema importante para las familias nobiliarias del Antiguo Régimen era la descendencia. Se ha calculado como media general para Castilla de los Austrias unos 4,5 hijos por matrimonio; la oligarquía avilesina se encuentra inserta en esta misma dinámica general, con una media de 5 hijos. Ahora bien, existieron algunas excepciones familiares, como los Díaz Campomanes cuya descendencia media era de 6,8 hijos por matrimonio, siendo frecuentes los 6 y 8 hijos en las uniones de esta Casa. El sexo de los hijos también podía traer consecuencias debido al sistema de herencia introducido por la práctica del mayorazgo: un elevado número de hijas podía endeudar a una Casa y propiciar su absorción por otro linaje, cuyo ejemplo más claro lo observamos en el marquesado de Campo Sagrado que absorbe por este sistema a los linajes Alas y Huergo. Frente a la visión tradicional, un tanto simplista de un primogénito limitado al papel de rentista, como propietario de tierras, los herederos de la nobleza avilesina tenían a menudo otras ocupaciones. Muchos primogénitos de nuestro estudio se dedicaron a la milicia, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVI, destacando como marinos. En el caso de los segundones, también optaron principalmente por la carrera militar, sobre todo en la Armada; participaron en los conflictos europeos en Flandes o Italia, pero donde más destacaron fue en la Carrera de Indias, donde a veces se enriquecieron. Así la empresa de la Florida fue, sobre todo, obra de asturianos, la mayoría avilesinos, que al mando de Pedro Menéndez de Avilés y de algunos de sus parientes y otros nobles asturianos conquistaron y administraron ese territorio durante más de 50 años. También en la fortificación y defensa del estrecho de Magallanes destacaron los miembros de la familia Alas; y en la Armada Invencible son varios los navíos que incluían entre los oficiales de la tripulación a avilesinos de las familias Alas y León. Fue normal entre la nobleza, y la avilesina no fue una excepción, destinar a algunos segundones a la Iglesia. En Avilés sólo unos pocos pudieron llegar a las cotas más altas de la jerarquía eclesiástica, como era una canonjía catedralicia o una mitra episcopal, caso del Cardenal Alonso Rodríguez de León o el Protonotario del Papa Alejandro VI, Pedro de Solís, en la primera mitad del siglo XVI. A menudo estos miembros del clero ayudaron a la Casa en su ascenso social a través de su dinero e influencia. Los segundones de la oligarquía avilesina fueron escasos en la Administración y pocos los que pasaron por los colegios mayores y universidades. Por lo que respecta a las hijas, la condición de mujer en el Antiguo Régimen dependientes del padre o del marido, hizo que sólo pudieran optar entre el matrimonio o el ingreso en religión. Las hijas de la oligarquía avilesina durante los siglos XVI y XVII fueron destinadas, mayoritariamente (el 70,4% de los casos estudiados), al matrimonio, con el fin de establecer y reforzar las redes de prestigio y poder de la familia; en menor medida, un 26,7%, ingresaron en la Iglesia, habiendo en este caso una preferencia clara por el monasterio de la Huelgas de Avilés que concentró el 40,6% de los ingresos en religión de las hijas de la oligarquía avilesina, frente a los conventos ovetenses de Santa Clara, San Pelayo y Nuestra Señora de la Vega con unos porcentajes de ingreso más bajos: 21,88%; 18,75% y 12,50% respectivamente. En Asturias se vienen documentando fundaciones de mayorazgo desde mediados del siglo XV. El primer mayorazgo de la nobleza avilesina del que tenemos constancia es el de los Bernaldo de Quirós, fundado ya en 1474. Sin embargo, será después de la promulgación de las Leyes de Toro cuando la mayoría de casas integrantes de la oligarquía de Avilés funden mayorazgo. Un 68,3% de los mayorazgos avilesinos se fundaron durante el siglo XVI, siendo más numerosos en la primera mitad de dicha centuria (41%), frente al 27,3% de mayorazgos fundados en el reinado de Felipe II. También observamos algunas fundaciones algo tardías, ya en el siglo XVII, en torno al 13,6% de los casos estudiados. En algunos casos podríamos hablar de ¿mayorazgos indianos¿, al tratarse de familias emigradas, que una vez de regreso a su tierra natal fundan mayorazgo con el dinero obtenido en la aventura indiana; este es, por ejemplo, el caso del mayorazgo de la Casa de Llamero, fundado en 1638 por el Capitán Alonso González, que había sido gobernador de la ciudad e isla de Lipá (Filipinas). En cualquier caso se trataba de fundaciones modestas ¿comparadas con los mayorazgos de los principales linajes castellanos¿ que no incluían demasiados bienes, pero estos se fueron ampliando de generación en generación a través de las mejoras de tercio y quinto realizadas por testamento. Por otro lado, la vía matrimonial permitía, en ocasiones, la absorción de mayorazgos, siendo un modo de incrementar el patrimonio, a veces de manera importante y, en definitiva, de potenciar la Casa. La estrategia matrimonial más eficaz consistía en casar al primogénito con herederas únicas, lo que suponía la incorporación de sus mayorazgos al vínculo del marido. Sin embargo, para evitar esta situación algunas familias en la fundación de sus mayorazgos establecieron un sistema de agnación rigurosa, que excluía a la mujer de la herencia del vínculo; este es el caso de los Quirós y los Dóriga. Nos hemos fijado también en la composición de los patrimonios. El análisis de la tipología de los bienes de las diferentes familias de nuestro estudio parece mostrar ciertas diferencias de comportamiento entre el siglo XVI y el XVII. Durante la decimosexta centuria la nobleza avilesina se ejercitó activamente en el comercio marítimo, aprovechando también las posibilidades que para el mismo le proporcionaba su participación en la carrera de Indias; incluso, en ocasiones, a través del corso y el contrabando. La contribución avilesina a la conquista y colonización de América también reportó a las Casas de marinos avilesinos ciertos beneficios económicos en concepto de salarios por sus servicios militares, encomiendas de indios, derechos de explotación de territorios americanos, etc. De entre estas familias, aquellas que lograron asentarse en la Corte fueron poseedoras de juros, que en algunos casos habían obtenido por merced en agradecimiento a sus servicios a la Corona. Sin embargo, a lo largo de los siglos XVI y XVII las coyunturas de crisis agrarias endeudaron al campesinado que se vio obligado a vender sus propiedades al no poder hacer frente al pago de los censos solicitados; convirtiéndose, cada vez más, en arrendatarios con el paso del tiempo. Por esta y otras vías, en el siglo XVII el patrimonio de la oligarquía de Avilés estaba compuesto sobre todo por bienes rústicos, principalmente tierras, pero también ganado bovino ¿el de mayor valor económico¿ como era frecuente en el resto de Asturias. Todas estas propiedades se concentraban en torno a Avilés y en el área central del Principado de Asturias, incluyendo tanto los concejos marítimos como la montaña, de donde procedían algunos linajes o donde poseían patrimonios, consecuencia de la concentración de mayorazgos y, en menor medida, de compras y de herencias recibidas. Poseían bienes fuera de Avilés aquellas familias procedentes de otros municipios asturianos y que entraron a formar parte de la oligarquía de la villa a lo largo de la Edad Moderna gracias a la compra de oficios o las políticas matrimoniales, como es el caso de los Navia-Arango, los Díaz Campomanes o los Junco, entre otros. También hay algunas Casas, que debido su movilidad geográfica en el servicio a la Corona adquieren propiedades fuera del Principado, especialmente en Madrid y Valladolid. Aquellos linajes vinculados a la conquista y colonización de América poseían también ciertos bienes en Sevilla o América. En cuanto a la explotación de los patrimonios, principalmente tierras, por lo general no fue directa sino que las cedían sobre todo en arrendamiento corto ¿cuatro años¿ a cambio de una renta anual. Sabemos que la gestión de los patrimonios estaba en manos de administradores, sin embargo son escasos, por no decir inexistentes, los libros de cuentas que se han conservado; de manera que la evaluación económica de los niveles de rentas de las familias de la nobleza avilesina nos ha resultado inviable. Cuantitativamente, las rentas anuales de la nobleza asturiana no llegaron a los niveles de la aristocracia castellana. Durante el siglo XVII los valores que podemos observar en el Principado oscilan, en la capa superior de la nobleza, entre los 6.000 y 10.000 ducados. Se observa claramente una jerarquización de los patrimonios en dicha centuria, sobresaliendo Casas tituladas vinculadas con Avilés como los Marqueses de Valdecarzana, Ferrera y Campo Sagrado y los Condes de Canalejas. Por debajo de esta capa superior se encuentra el grueso de los regidores con un patrimonio algo más modesto. A pesar de la diversidad de ingresos de los que dispuso la oligarquía avilesina y de las estrategias conducentes a aumentar sus patrimonios, no todas las Casas fueron solventes; en algunas hubo un proceso de endeudamiento, dado que en el Antiguo Régimen no valía solo con ser noble, había que parecerlo; la nobleza avilesina no fue una excepción y al igual que el resto de noblezas, tanto la castellana como la europea, canalizó sus rentas en gran medida hacia inversiones improductivas: construcción de casonas y palacios, mantenimiento de criados, boato funerario, consecución de hábitos y mantenimiento de títulos nobiliarios, etcétera. Pero el gasto suntuario no fue el único responsable del endeudamiento nobiliario, hubo otros gastos tales como las elevadas dotes para casar a las hijas o pagar la educación y la colocación de los hijos en la Iglesia o la Administración. También el servicio militar durante el siglo XVI: algunos de los marinos que sirvieron en la Carrera de Indias a veces tuvieron que hacer frente al pago de las soldadas, la construcción de barcos y el avituallamiento de la tropa, grandes sumas de dinero que los salarios que percibían como capitanes o generales ¿siempre pagados con retraso¿ no llegaban a cubrir; sirva de ejemplo el millón de ducados que dijo haber gastado Pedro Menéndez de Avilés en la empresa de la Florida. También en el siglo XVII, la obligación de la nobleza a gastar elevadas sumas de dinero en servir militarmente al rey, financiando ejércitos a costa de los propios patrimonios nobiliarios como hizo el Marqués de Valdecarzana, entre otros. Todo ello supuso importantes gastos, que no siempre se pudieron satisfacer y que en ocasiones generaron un desequilibrio entre ingresos y gastos que se tradujo en un endeudamiento económico. Las familias nobiliarias se vieron obligadas a recurrir entonces a censos redimibles para sustentar los comportamientos propios de su grupo social o la mala gestión de sus patrimonios. Como dijimos, hubo miembros de las familias de nuestro grupo oligárquico que lograron la posesión de un hábito de una de las órdenes de caballería, sobre todo en el siglo XVII; en esta centuria el 37,5% de los regidores de Avilés eran caballeros de hábito. La nobleza avilesina mostró, al igual que la nobleza asturiana en general, una predilección por la orden de Santiago, siéndolo el 77% de los caballeros con hábito militar de la oligarquía de Avilés, frente al escaso 15,4% que pertenecían a la Orden de Calatrava y el 7,6% de Alcántara. A diferencia de Castilla, no hubo en Asturias titulados hasta el segundo cuarto del siglo XVII; algunas Casas de la oligarquía de Avilés llegaron a la cúspide social y consiguieron titular. Por servicios militares obtuvieron el título las Casas de Miranda y Navia-Arango. La primera de ellas, como agradecimiento por costear un ejército para el sitio de Fuenterrabía en 1638 y varios servicios militares de sus miembros, obtuvo primero el vizcondado de Villanueva del Infantado, título que recayó sobre el señorío del mismo nombre, sito en el concejo de Salas. Finalmente, el 9 de noviembre de 1642 se le nombra Marqués de Valdecarzana, título que, sin embargo, no llegó a materializarse hasta 1672, cancelándose la posesión del vizcondado. Por su parte, a Juan Alonso Pérez de Navia y Arango se le concedió el título de Marqués de Ferrera tras donar 3.000 carros de madera para la fábrica de galeones al servicio de su Majestad; lo que podría interpretarse como una compra encubierta del título a la Corona. Otros linajes, aunque sirvieron militarmente al rey, terminaron por obtener el título por su cercanía o presencia en la Corte, caso de los Menéndez de Avilés; esta familia venía reclamando un marquesado en reconocimiento de los muchos servicios que su antepasado el Adelantado de la Florida, Pedro Menéndez de Avilés, había hecho al rey en aquel territorio. Sin embargo, fue también la influencia que en la Corte de Carlos II posibilitó la camarera de la reina, Juana Luján, mujer de Gabriel Menéndez de Avilés, para la obtención del Condado de Canalejas en 1675. Por otro lado, una política matrimonial bien diseñada para lograr ascenso social fue la que permitió a la Casa Quirós obtener por merced en 1661 el título de Marqués de Campo Sagrado. El poder y prestigio social de las familias de la nobleza avilesina, todos hidalgos de solar conocido, se manifestaba en una serie de comportamientos propios del grupo nobiliario orientados a mostrar y publicitar su status social, también a lograr el ascenso social dentro del estamento. Afirmaron su superioridad a través de una serie de elementos que evidenciaban su nobleza, entre los que destaca la construcción de palacios, por parte de los titulados. También habían ido adquiriendo privilegios de silla y sepultura en las principales iglesias de la villa, incluso algunas familias tenían sus capillas privadas anexas a la Iglesia parroquial de la villa, como los Alas, o en el interior de la misma como Los Solís, los León, entre otras. Asimismo muchas casas tenían derechos de patronato sobre malaterías, hospitales, etcétera. Los Alas, por ejemplo, poseían el patronato de la Malatería de Corros en las cercanías de Avilés y Pedro de Solís, protonotario del Papa Borgia, había fundado el Hospital de Peregrinos de Avilés. En la segunda parte de nuestro trabajo hemos realizado un análisis político e institucional del municipio avilesino, prestando especial atención a la evaluación de la gestión pública realizada por la oligarquía avilesina en cuestiones económicas, sociales y culturales del concejo. Los municipios durante los primero siglos de la Edad Moderna tenían amplia autonomía. En primer lugar, conviene observar el proceso de oligarquización de los gobiernos locales en Castilla en la época de los Austrias. La organización municipal asturiana en régimen de concejo abierto implicaba que los cargos municipales fueran electivos y anuales. Sin embargo, ya desde el reinado de Alfonso XI se había producido un proceso de cambio de la administración hacia el concejo cerrado y el regimiento, lo que abrió el camino a la oligarquización del poder municipal, surgiendo incipientes oligarquías urbanas a fines de la Edad Media. La asamblea vecinal dio paso a la monopolización del poder local por un pequeño grupo oligárquico de carácter nobiliario. Las tensiones y luchas por el poder local entre las principales Casas nobles desembocaron en bandos y parcialidades en la época de los Reyes Católicos, que siguieron tras la compra a los Austrias de oficios municipales en los siglos XVI y XVII. Aún a finales del siglo XVII, el ayuntamiento de Avilés se encontraba dividido y enfrentado en dos facciones, encabezadas por el Marqués de Campo Sagrado y el Marqués de Ferrera. Los enfrentamientos de los grupos de poder urbano se revelaban más intensos cada año en el momento de la elección de oficios municipales. Hasta finales del siglo xv, la hegemonía de los Alas obligó a poner en cuestionamiento el sistema de elecciones y la gobernabilidad de la villa. Para acabar con este problema, que no era exclusivo de Avilés, el corregidor Hernando de Vega otorgó unas ordenanzas en 1494, cuya finalidad pretendía el cese de la corrupción electoral. El modelo implantado, de periodicidad anual y carácter insaculatorio, combinó la elección por suertes con un sufragio indirecto a través de electores designados entre el regimiento saliente, que haría la elección del entrante (dos jueces, seis regidores y otros cargos menores). Este sistema limitó la participación de la vecindad en la elección de sus representantes, yéndose hacia una aristocratización del poder local. Una fecha relevante y que cambió el régimen municipal fue el año 1544, pues Carlos V inició el proceso de venta de oficios municipales a la nobleza local. Este hecho en Asturias, en general, y en Avilés en particular, se inicia con la venta de nueve regidurías, que posteriormente se irán acrecentando hasta alcanzar las 32 a mediados del siglo XVII; también se crearon cargos nuevos como el alferazgo en 1558 y el alguacilazgo mayor en 1636, ambos monopolizados por la familia Alas. Las principales linajes que fueron adquiriendo regimientos en Avilés procedían de los concejos limítrofes: Castrillón, Corvera, Carreño, Gozón y Pravia, así como de otros más alejados, pero localizados en el centro de la región (Oviedo, Proaza, Valdés, Salas, entre otros). Cabe destacar el poder e influencia que llegaron a tener los Alas, gracias a su red de parientes en el ayuntamiento y a la acaparación de los principales oficios, como hemos comentado. Igualmente, algunas de las familias más importantes compraron también, aunque en menor medida, oficios en otros concejos asturianos, principalmente en Oviedo y en aquellos municipios donde tenían intereses económicos, ampliando de este modo su red de poder. Además, la mayoría de las familias del grupo oligárquico de Avilés tuvieron una proyección sobre todo local, sólo las más importantes como los Alas, los León, Carreño¿ tuvieron a menudo diputados en la Junta General del Principado. Tras las ventas los oficios de regimiento fueron eliminados de las elecciones anuales; sólo mantuvieron el carácter electivo las judicaturas y otros cargos menores, conservando su periodicidad anual. La posesión del cargo no implicó un mayor interés por la res publica, pues hemos comprobado que a medida que avanzamos en el tiempo, la asistencia de los regidores a las sesiones de ayuntamiento se va reduciendo, salvo el día de las elecciones en que los porcentajes de participación suelen ser siempre elevados. Por otro lado, la celebración de sesiones de concejo en Avilés es menor que en otros municipios de la Corona de Castilla, con una media que apenas alcanza la sesión semanal. Las primeras ventas de regidurías se hacen con carácter vitalicio, hasta que en 1614 se comercializan las perpetuaciones, que permitieron la patrimonialización de los oficios por parte de las familias compradoras, que se suceden normalmente de padres a hijos. Nos obstante, hubo mecanismos de movilidad de la oligarquía tales como la renuncia extrafamiliar, el matrimonio o las compras entre particulares. Las renuncias de oficios fuera de la familia representan el 38,9% del total de transmisiones analizadas; lo que nos permite hablar de un nivel bastante elevado de renovación del regimiento de Avilés, que amplió el número de familias que formaban parte de él. A menudo por esta vía se forman redes clientelares y, por tanto, una mayor corrupción de un sistema que ya había nacido viciado con la venalidad. Por otro lado, la transmisión hereditaria se convirtió en el paradigma de la reproducción de la oligarquía; en Avilés, la trasmisión de oficios por vía de herencia supone el 32,4% del total de transmisiones, aunque si la heredera era una mujer casada, podía darse cierta renovación del grupo al entrar en el regimiento el marido de ésta. Se trata en ambos casos de porcentajes y comportamientos similares a los de otras oligarquías castellanas. Pero desde el punto de vista social, el proceso de renovación de nuestra oligarquía fue escaso, ya que no trajo la entrada de otros grupos sociales, dada la ausencia de una fuerte burguesía en la región, que pudiese disputarle la hegemonía social, económica y política a la hidalguía de solar asturiana. Por lo que respecta al ejercicio del poder, el regimiento avilesino y, por extensión las oligarquías castellanas en general, no siempre sirvieron al conjunto de la vecindad; sino que a menudo fue una plataforma para el aprovechamiento personal. Los regidores se sirvieron de su cargo para defender sus propios intereses, así como para acceder a instituciones más relevantes, tanto en la región ¿en la Junta General del Principado¿ como en chancillerías, audiencias, consejos y en la Corte. El ayuntamiento en el Antiguo Régimen tenía atribuciones en los tres poderes: legislativo, judicial y ejecutivo. Durante el período de los Austrias Avilés gozaba de privilegios medievales, al igual que el País Vasco o Cantabria, por lo que existía una mayor autonomía del municipio respecto a la Corona, si lo comparamos con otras villas castellanas y asturianas. La actuación legislativa se llevó a cabo a través de la promulgación de autos, bandos y de la redacción y reforma de ordenanzas municipales; estas disposiciones afectaron a todos los aspectos de la vida urbana, pero también a toda la jurisdicción del concejo avilesino, incluidos los concejos de Illas y Castrillón. El principal código jurídico de Avilés se sustenta en el fuero concedido por Alfonso VI, el mismo que en 1080 concediera a la villa franca de Sahagún. Este fuero se conoce por la confirmación real dada por el nieto de éste, Alfonso VII en 1155, que delimitaba un ámbito de vida urbana protegido, en el que florecieron las libertades y exenciones, entre las que destacaban la exención militar y la franquicia de portazgo en todo el reino, salvo en Toledo, Sevilla y Murcia, ampliada al peaje de sus naves en todos los reinos, lo que fomentó el desarrollo y crecimiento de la villa. Durante la Edad Moderna se dictaron ordenanzas, para completar las disposiciones del fuero, en materia de administración pública, sobre todo para la regulación del abasto público, la gestión del pósito y panera, el control de la actividad industrial y comercial, la salubridad de las calles, etcétera. En materia judicial parece ser que la justicia ordinaria de Avilés, elegida por el regimiento tenía privilegio de primera instancia en lo civil y criminal. En Castilla y en los concejos asturianos no exentos después de los años ochenta del siglo XVI, la primera instancia recaía en el corregidor; sin embargo, en Avilés sucedía algo semejante a la administración de justicia en el País Vasco. Sus decisiones podían ser apeladas al corregidor, cuya decisión era comunicada al ayuntamiento de Avilés, que reunido en Justicia Regimiento tenían capacidad para dictar sentencia en segunda instancia. Por otro lado, la sociología de la judicatura avilesina también era algo diferente a la del resto de concejos asturianos y regiones castellanas; si lo normal sería la existencia de un juez por el estado de los hijosdalgo y otro por los pecheros, en Avilés, sin embargo, eran dos jueces nobles los que existían y supeditado a su autoridad un alcalde de pecheros, que a menudo ni siquiera se nombraba. Además, la separación geográfica del barrio de pescadores con respecto a la villa, donde el gremio tenía bastante peso y se enfrentó con frecuencia a las decisiones del regimiento, hizo que existiera también un alcalde de la mar, cuya función era la de gestionar los asuntos judiciales en el pueblo de Sabugo, aunque bajo la subordinación de los jueces de la villa. Por otro lado, el poder local de la justicia y regimiento de Avilés no estaba aislado, teniendo que interactuar con otros poderes regionales y centrales. Dentro del Principado, la identificación entre oligarquías urbanas y provinciales estuvo causada por el procedimiento legal establecido de acceso al cargo de diputado en la Junta; era mediante suertes como los ayuntamientos, en este caso Avilés, elegían a dos regidores que representasen al concejo en la Junta General del Principado. La interacción de Avilés en el gobierno regional fue ambigua; pues al gozar de gran número de privilegios, jamás los representantes del concejo avilesino opusieron resistencia o debatieron enconadamente los temas abordados en la Junta, ya que una vez de regreso a Avilés, las decisiones aprobadas en Junta no siempre eran respetadas por la Justicia y Regimiento avilesino amparados en sus exenciones y privilegios. Los tratos con la Corona se realizaron enviando representantes del gobierno local avilesino a negociar directamente en la Corte. Estos viajes posibilitaron a algunos miembros de la oligarquía el acercamiento a los centros neurálgicos del poder, consiguiendo en algunos casos su integración en redes clientelares amplias. El contacto con la Corte fue fundamental para la gestión política del municipio, sin embargo, una vez en los centro del poder, algunos agentes se convirtieron en representantes de sus propios intereses personales y familiares, superponiéndolos a los de la comunidad. La autoridad regia estaba representada en Asturias por el corregidor. La función de los corregidores en el período de los Austrias quedó casi reducida al control de los regimientos, para que estos cumplieran con las disposiciones centrales y, sobre todo, pagasen lo solicitado para el servicio de la monarquía. Desde el punto de vista político eran jefes de la administración y durante el ejercicio de su cargo tenían facultad para revisar las cuentas de propios, los pósitos y alfolís, arbitrar en los enfrentamientos locales, paliar los abusos administrativos, etcétera. Todas estas atribuciones no hicieron más que enfrentar, algunas veces, incluso en ocasiones de manera violenta ¿con el uso de las armas¿ al regimiento avilesino, representante y defensor de la autonomía local, con el corregidor, delegado del poder regio en la región. Si bien los asuntos que enfrentaron al corregidor y al regimiento de Avilés abarcaron todos los ámbitos de poder, los principales problemas se derivaron del reparto de jurisdicción y el ejercicio de la justicia en el municipio. El poder de la aristocracia avilesina, tanto en el concejo como en el Principado, terminó por imponerse al corregidor, que se vio obligado a compartir la autoridad y mantener el equilibrio de fuerzas con los principales linajes asturianos. En otro orden de cosas, hemos analizado la gestión de gobierno de los regidores de Avilés. En primer lugar nos fijamos en la regulación de la vida económica en materia fiscal, abastecimiento urbano, industria y comercio. Un primer paso ha sido analizar la hacienda municipal, puesto que ésta condicionaba toda la gestión del concejo. Muchos municipios españoles del Antiguo Régimen estaban endeudados; en el caso avilesino no detectamos un claro endeudamiento ¿salvo en años puntuales. Los datos de que disponemos parecen apuntar cierto maquillaje de las cuantías de ingresos, lo que podría indicar un fraude al fisco. Además, hemos tenido en cuenta la devaluación de la moneda y transformado todas las cifras en reales de plata, lo que nos ha facilitado constatar como los bienes del concejo de Avilés eran bastante modestos, en comparación con otras haciendas municipales. Comparada con las haciendas de otros concejos castellanos, la hacienda avilesina da sensación de escasez, una hacienda modesta, con unos bienes de propios que se reducen a unos pocos alquileres de propiedades urbanas y tierras, algunos censos y las rentas sobre el cereal y el pescado. La principal fuente de ingresos de la hacienda de Avilés fueron los porcentajes de beneficio que sacaban con el arrendamiento de los encabezamientos de millones y alcabalas. El grueso de los fondos públicos de Avilés fue invertido en obras públicas, especialmente, durante la segunda mitad del siglo XVII, momento en que existió por parte de las élites locales una voluntad modernizadora y embellecedora de la villa que llevó a la erección del ayuntamiento y a incidir en las mejoras y acondicionamiento del puerto. En cuanto al abastecimiento urbano nos hemos concentrado especialmente en el suministro y comercialización de los cereales, alimento básico de la población en el Antiguo Régimen. Existía en Avilés un pósito, cuya fecha de fundación se desconoce, aunque creemos que podría haber sido hacia 1560, tras la puesta en práctica de la política para el fomento de este tipo de instalaciones municipales que llevó a cabo Felipe II a partir de 1555; pues sabemos que ya en 1570 la panera avilesina funcionaba perfectamente. El objetivo era tener cierto superávit de cereal que garantizase el abastecimiento a la población y su comercialización a precios moderados. Sin embargo, fueron varias las crisis de subsistencia acaecidas a lo largo de estas dos centurias (1573-1576; 1598-1599; 1647-1650; 1683, 1693-1694 y 1699), que pusieron en entredicho el buen funcionamiento del pósito y la gestión del mismo por parte del regimiento avilesino. En épocas de carestía los regidores de Avilés se convirtieron en auténticos especuladores de grano, ocultándolo hasta poder venderlo a elevados precios en los momentos de mayor necesidad. Además, los regidores no impidieron las extracciones de cereal, maíz y habas por mar ¿a pesar de las prohibiciones¿ muy perjudicial para la población en épocas de crisis, pero beneficioso para sus bolsillos, pues eran los principales especuladores de grano. Una villa portuaria no puede entenderse sin evaluar la actividad comercial y pesquera. Avilés, principal puerto de Asturias durante la Edad Moderna, mantuvo su importancia económica en el Cantábrico durante los siglos XVI y XVII, gracias a la recepción y comercialización de la sal ¿siendo sede del alfolí general del Principado. Al estar el comercio castellano centrado en la exportación de materias primas, Avilés se especializó en un comercio de reexportación de productos llegados de los países del norte: Inglaterra, Francia, Alemania¿ hacia el interior de la meseta castellana y Andalucía, de donde al mismo tiempo se recibían aceite y lana, sobre todo, para su reexportación al resto de Europa. Pero también Avilés tenía una serie de producciones locales que alimentaron el comercio de la villa, aunque en niveles más modestos que los productos foráneos. Los productos con los que comercializaba Avilés eran materias primas como la madera y el azabache, así como los frutos secos ¿avellanas- y algunas producciones manufactureras locales como los cacharros de cobre y la cerámica. A pesar de tener una intensa actividad comercial, sobre todo durante el siglo XVI, los intercambios comerciales realizados en el puerto de Avilés, valorando las cantidades en volumen y en moneda de las exportaciones e importaciones arrojan una balanza comercial deficitaria para Avilés. Además, a lo largo del siglo XVII, se fue reduciendo el volumen de comercio del puerto de Avilés, como consecuencia de la crisis económica general de la Castilla del XVII; las guerra con Francia ¿que privaron a Avilés de poder comercial con el principal país con el que se mantenían intensas relaciones comerciales; la pérdida de interés por el comercio de la hidalguía de solar avilesina ¿que durante el siglo XVII optó por un modo de vida rentista; así como la excesiva carga impositiva sobre las mercancías llegadas de fuera y la escasez de productos para los retornos. Pero sin duda, el principal problema que lastró la actividad comercial del puerto avilesino fue de tipo infraestructural. El puerto de Avilés, situado en el fondo de un estuario natural, tendía a la acumulación y colmatación de su fondo con arena, reduciendo el calado de la ría y, por tanto, limitando la entrada a los navíos de gran tonelaje. Desde el siglo XV los problemas de cegamiento del canal con arena que arrastraban las mareas obligaban a limpiar constantemente la dársena. Para paliar esta situación, que perjudicaba enormemente al comercio marítimo avilesino, en 1573 se planteó un proyecto de estacada, que modificase las mareas y evitase la acumulación de arena. Los problemas económicos finiseculares pospusieron el proyecto hasta mediados del siglo XVII, cuando en 1659 se retomó la idea de la estacada, que finalmente no se llevó a cabo, condenando el futuro del puerto y el comercio marítimo de Avilés. Un aspecto que resulta interesante dentro de la Cornisa Cantábrica es analizar quiénes eran los comerciantes. En una población, como la avilesina, donde el porcentaje de hidalguía era elevado, los principales linajes, la hidalguía de solar conocido, ejercían una actividad económicamente tan rentable como el comercio. Fueron muchos los miembros de las principales familias de la oligarquía de Avilés que se dedicaron al comercio. Los Alas, Carreño, León, Menéndez Valdés, Bandujo y Menéndez de Avilés fueron las familias que durante los siglos XVI y XVII rigieron los canales de distribución y mercado del comercio avilesino y, en gran parte, del comercio exterior del Principado, además de ejercer, como hemos visto, los oficios de gobierno local. El ejercicio del poder local al mismo tiempo que la práctica del comercio por parte de regidores y sus familiares conllevó el que, en ocasiones, sus intereses primaran y les hiciese caer fuera de la legalidad, en su propio beneficio. La participación militar de algunos de los nobles-comerciantes avilesinos en la conquista, colonización y gobierno de los territorios americanos también posibilitó la comercialización de diferentes productos con este continente, como los Menéndez de Avilés con un activo comercio en la zona del Caribe y México. También algunos segundones de las Casas avilesinas terminaron asentados a partir de la segunda mitad del siglo XVII en América donde desarrollaron una importante actividad comercial e industrial, como la explotación minera de los Bernaldo de Quirós en México o los ingenios azucareros de los Arango en Cuba, ya en el siglo XVIII; ello propició la llegada de remesas de dinero a los mayorazgos asturianos, que, sin embargo, fueron invertidas en tierras y manifestaciones de preeminencia social, como la erección de palacios y generosas dotaciones para aderezo de iglesias o celebración de festividades. Mucho más fácil ha resultado el análisis de la pesca en Avilés. Al igual que sucedía con el abasto de cereales, la comercialización del pescado fue objeto de control y regulación por el regimiento avilesino. Esto fue motivo constante de enfrentamiento y enconados pleitos con el gremio de mareantes y pescadores de Sabugo, que abogaban por el autogobierno e independencia del gremio y su control de la política y economía del barrio sabuguero. A pesar de ello, al encontrarse el puerto de Avilés en el entorno de la villa, así como los alfolís controlados por la propia oligarquía avilesina, las reivindicaciones de los habitantes de Sabugo nunca tuvieron éxito. Finalmente nos hemos interesado por la política social del concejo, atendiendo por un lado a la regulación del vecindario y por otro, a la asistencia social y la enseñanza pública. A nivel general, el análisis de la vecindad es una labor pendiente en Edad Moderna. Nosotros hemos podido constatar que el control de acceso a la vecindad ¿la cual llevaba aparejada en el caso de Avilés grandes beneficios fiscales y económicos¿ fue uno de los principales poderes que en manos del regimiento permitió a la oligarquía mantener su preeminencia social y restringir el acceso al poder local. Durante los siglos XVI y XVII la vecindad de Avilés se otorgó a personas con cierta solvencia económica, generalmente maestros artesanos que estaban interesados en obtener derechos para poder ejercer sus profesiones en la villa de manera más beneficiosa. No hubo problemas para conceder la vecindad avilesina a artesanos que contribuyesen a fomentar la economía del municipio, incluso convirtiendo a muchos en hidalgos a través de la manipulación de los padrones (caso de los olleros gallegos). Por el contrario, cuando un comerciante acomodado solicitaba su inclusión en el vecindario avilesino, como sucedió con el francés Pedro Bertin, el regimiento solía denegar la vecindad, para así evitar la competencia socio económica del grupo de noblescomerciantes- regidores en el municipio. En relación al control jurídico de la población que ejerció la Justicia y Regimiento de Avilés de Avilés, debemos tener en cuenta la particular sociología de las regiones cantábricas, con un elevado porcentaje de población hidalga; en Avilés entre el 80 y el 85 por ciento en el período analizado. Los ayuntamientos castellanos tuvieron mucho que ver en el reconocimiento jurídico de la hidalguía. Mantener la distinción de estados era tarea de los municipios, que debían realizar padrones, sobre todo con una finalidad fiscal. La gestión del regimiento avilesino en relación a los empadronamientos fue, a veces, interesada y no estuvo exenta de corrupción y denuncias por parte de los pecheros, que veían cómo la merma de su número conllevaba una mayor presión fiscal. Los regidores de Avilés no dudaron en otorgar la hidalguía, a través de la manipulación de los padrones, a cambio de dinero o con la finalidad de tejer redes de clientelismo. Los pecheros rara vez denunciaron tales fraudes, por miedo a represalias por parte del grupo de poder local y, cuando lo hicieron fue amparados por algún prestigioso personaje, que los utilizaba como peones en su lucha por el poder dentro del municipio. La atención social municipal, al igual que en Oviedo y Gijón, se preocupó por la asistencia médica a los enfermos y la atención a los más desfavorecidos socialmente: pobre y niños abandonados. El ayuntamiento de Avilés mostró precozmente la aplicación de la nueva concepción de la beneficencia que, a partir de mediados del siglo XVI, se intenta implantar en Castilla. Algunas ideas seguidas por Carlos V en las ciudades de su Imperio, tendentes a conseguir cierta laicización de la asistencia social, llegaron a Avilés en parte gracias al contacto con franceses, ingleses y holandeses, a través del comercio portuario de la villa. El regimiento avilesino ejercía el patronado del Hospital de San Juan, primer hospital de la villa, aunque con orígenes inciertos que quizá haya que poner en relación con la nueva mentalidad, antes apuntada, y con la influencia rochelesa ¿ciudad portuaria francesa con la que Avilés mantenía un intento comercio y que por estas fechas también construye un hospital municipal¿ De manera que estos contactos podrían haber llevado a mediados de la decimosexta centuria a la erección de un hospital público, financiado por el fisco municipal y gestionado por el propio regimiento de Avilés. La hipótesis de una fundación hospitalaria de administración municipal en época bajo medieval, como propone el cronista de la villa, nos ha resultado imposible constatarla documentalmente. Ya en el siglo XVII la preocupación por la sanidad y la asistencia lleva al ayuntamiento de Avilés a levantar un segundo hospital, el denominado hospital de pobres, también gestionado por el regimiento. La infancia abandonada fue motivo de constante preocupación para el gobierno avilesino. A los niños expósitos se ocupó de darles casa y alimento, pagando a las familias asignadas para su cría con fondos del erario público. Además, la justicia persiguió severamente ¿incluso aplicando medidas denigrantes, que obligaban a portar algún símbolo distintivo de su condición¿ a las mujeres que optaban por el abandono y a aquellas que ejercían la prostitución; entendiendo ésta como un mal tendente al aumento de la exposición. Por último, nos interesamos por la política educativa municipal. La historia de la escolarización y alfabetización en la España de los siglos XVI y XVII es, todavía hoy, una cuestión escasamente conocida. A pesar de la escasez de la hacienda municipal, existía una escuela de primeras letras, al menos desde mediados del siglo XVI, que se amplió a dos en el siglo XVII. A finales de la decimoséptima centuria tenía Avilés también una escuela de gramática. Sin embargo, ninguna de estas instituciones tuvo un buen funcionamiento: la remuneración del profesorado era escasa y, a veces, no se realizaba en los plazos acordados, por lo que muchos optaban por abandonar la enseñanza. Todo ello afectó a los índices de alfabetización de la población avilesina, bajos, entre los grupos urbanos ¿a excepción de las élites¿ como era normal en el Antiguo Régimen, pero que descendieron en la segunda mitad del siglo XVII, como fue la tónica general en la España del Barroco, dada la despreocupación por la educación de las masas. En resumen, creemos que la realización de esta investigación permite conocer una realidad, has hoy, desconocida, como fue la configuración social del gobierno de Avilés y la gestión política realizada por esta élite durante los siglos XVI y XVII. Se posibilita con ella la ampliación y continuación de los estudios sobre la Edad Moderna en este municipio. Además, hemos insertado la historia social del poder en Avilés dentro de los análisis actuales sobre el funcionamiento y composición de los gobiernos locales de la Corona de Castilla, observando como la realidad avilesina comparte similitudes con otras poblaciones urbanas de la Cornisa Cantábrica y la Europa Atlántica.